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Más allá de las palabras

Respiré profundo. Pensaba en los primeros hombres que dominaron el fuego hace 5 millones de años, especulaba sobre sus reuniones nocturnas a la luz de una fogata, imaginaba sus historias y analizaba el impacto que esos encuentros tuvieron para el inicio de lo que hoy llamamos civilización.


Cuando volví a la realidad y tomé conciencia de lo que estaba pasando, me vi ahogado en un mar de gotas de sudor frío que resbalaban por mi frente como una horda de peatones que caminan apresurados antes de que cambie el semáforo. No sentía las piernas, tenía un nudo en la garganta y solo escuchaba un ruido sordo de voces que no paraban de hablar de cosas que sonaban importantes.


Escuché mi nombre: era mi turno para presentar una propuesta cualquiera para una campaña interna de vida corta, con poco presupuesto y sin mayores pretensiones ante un público que conocía y al cual le tenía confianza. Nada del otro mundo. Estaba aterrado, crucé la sala para hacerme al lado de la pantalla y era como estar caminando hacia un tribunal en el que me iban a juzgar por unos crímenes horrendos que no cometí.


Me presenté por protocolo, sabiendo que todos me conocían. A pesar de los nervios, logré arrancar, luego la presentación fluyó, cumplió y como era de esperarse, quedó en el olvido. Tal vez no había preparado bien el tema, de pronto no estaba convencido con el material, a lo mejor tomé mucho café o tomé muy poco y eso me alteró los nervios, o un bajón de azúcar me jugó una mala pasada. No lo sé, tenía 23 años. Lo que sí sabía y de lo cual tenía certeza absoluta es que eso no podía volver a pasar. Nunca.


Hoy, 9 años después, mi actividad profesional depende en gran medida de hablar en público y ahora entiendo que el temor a hablar en público es algo muy común, hay encuestas que lo muestran como la mayor de las fobias, incluso antes que las serpientes, las alturas o la muerte.


¿Y por qué tanto drama?


Porque hay mucho en juego, no solo es la experiencia inmediata de salir al frente, lo que pasa es que en esos veinte o treinta minutos estás jugando con tu reputación profesional y por muy civilizados que seamos, no hemos dejado de ser animales sociales en busca de apoyo, respeto y afecto.


Este tipo de situaciones nos hacen reflexionar sobre la importancia que tiene el desarrollo de nuestras competencias de expresión oral, sobre las oportunidades de mejora que tenemos y sobre la responsabilidad que debemos asumir como miembros de un equipo cuando presentamos algo en público. Estudiando las técnicas utilizadas por los mejores conferencistas TED, encontramos que cuando conseguimos hacer una buena presentación, podemos lograr resultados muy positivos tanto a nivel personal como profesional. Aprender a enganchar al público, tener una línea argumental y narrativa clara, dominar los recursos y cerrar con contundencia, hacen que las ideas que pretendemos transmitir sean recibidas como un gran regalo que estamos entregándole a los demás. Y eso es lo que debería importar: que lo que digamos sea digno de ser escuchado.


Así pues, esa fogata de hace 5 millones de años dio paso a un nuevo fuego, un fuego que atraviesa mentes, un fuego vivo que hace posible que tengamos pensamientos compartidos, cooperemos y logremos cosas increíbles. Por ello, los invito a que asumamos el reto, a que encendamos esa chispa y dominemos el fuego que nos permitirá compartir nuestras ideas eficazmente, para que nuestras palabras se conviertan en acciones conjuntas y que nos lleven a alcanzar logros: ya sea para organizarnos antes de cazar un mamut o argumentar la importancia de un aumento en el presupuesto para nuestra área.

 

Te invitamos a conocer nuestro curso virtual de Presentaciones tipo TED, en que te enseñaremos las técnicas y te acompañaremos en el desarrollo de una presentación real.


¡Tus presentaciones no volverán a ser las mismas!


Carlos H. Gómez

Publicista, Esp. en comunicación organizacional

+57 300 629 2914

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