Pareciera que hasta el café que tomamos se mide por KPIs, nos hemos obsesionado con medir todo lo que se mueve… y lo que no también. ¿Cuántas veces has asistido a reuniones interminables para analizar por qué un indicador está en rojo, mientras el proyecto real sigue tan perdido como un martes después de lunes festivo? Bienvenidos a la era de la fatiga de las métricas.
Medir es útil, sí. Pero cuando todo importa, nada importa. Y ahí radica el problema: estamos ahogando a los equipos en océanos de datos sin rumbo, donde los gráficos de desempeño han reemplazado a las conversaciones humanas y los dashboards parecen más complejos que el código fuente del universo.
¿Qué podríamos estar perdiendo?
El propósito
Si el equipo no entiende para qué sirve lo que hace, ni el Excel más hermoso podrá salvar la situación. Las métricas no son un fin en sí mismas, sino un medio para alcanzar algo mayor. Si tus colaboradores ven los números, pero no comparten el propósito, tienes un problema. Spoiler: no es el equipo, es el liderazgo.
La confianza
Cuando el foco está solo en los números, olvidamos algo esencial: las personas son las que lo hacen posible. No puedes construir confianza si tu relación con tu equipo está mediada por un Excel. Los datos pueden mostrar rendimiento, pero no te dirán quién está al borde de la renuncia porque no se siente valorado.
La capacidad de actuar
Una métrica mal entendida paraliza. En lugar de tomar decisiones rápidas y estoicas (gracias, Marco Aurelio), pasamos horas justificando por qué los resultados no son lo que esperábamos. A veces, hay que dejar de mirar el tablero y volver al campo de juego.
Un enfoque humano y estratégico
La solución no es dejar de medir, sino redefinir el porqué de lo que medimos. Aquí algunas preguntas clave para sanear tu relación con las métricas:
• ¿Qué estamos realmente tratando de mejorar con este indicador?
• ¿Los datos impulsan decisiones o solo justifican inacción?
• ¿Hemos preguntado al equipo si las métricas son claras y útiles?
Una mirada estoica a las métricas
Los estoicos nos enseñan a diferenciar entre lo que podemos controlar y lo que no. En lugar de obsesionarnos con cada variable, enfoquémonos en las acciones que están bajo nuestro control y generan valor. Las métricas no son enemigas, pero tampoco deben ser dictadoras.
En mi experiencia, los equipos que prosperan son los que equilibran datos con propósito y confianza. Miden lo justo y necesario, priorizando la conexión humana sobre los números. Así que, la próxima vez que estés tentado a agregar otro KPI a la lista, pregúntate: ¿Realmente esto nos hará mejores?
Porque, como bien sabemos, ningún gráfico motivó nunca a nadie a dar lo mejor de sí mismo. Eso lo hace un propósito claro, un equipo unido y un liderazgo con sentido humano.
Y tú, ¿estás liderando con métricas o con propósito?
Deja tu opinión en los comentarios. O mejor aún, cierra el Excel, llama a tu equipo y ten una conversación real. 😉
Nota: Ningún KPI fue herido durante la escritura de este artículo. Aunque algunos dashboards sí están reconsiderando su existencia.
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